Navajas, puñales
o cianuro. Llega un fin y nace un principio. Errores imprudentes, mentiras
consistentes o verdades irreales de un triste poema que invoca al sollozo.
Esperanza pérdida
de un sueño falsete que empuja mis talones a un abismo indiscreto. ¿Y la
verdad? Sigue ahí parca y ciega como aquella soledad que dejó esa ausencia
dentro de mis entrañas.
Incertidumbre
cianúrica que evoca el deseo desesperado de saber ¿Por qué lo hiciste? O ¿Por
qué no lo hiciste? Ansiedad destructiva de un pálido aliento a licor, tabaco y
veneno que sólo puja por concretarse en dulce agonía de un vago recuerdo
culposo, de un sueño de dos días.
Alma entregada a
una negra parca, pero desconocida, conducida sin retorno a sabiendas que
después del polvo viene el fuego eterno. ¿Existirá perdón del Grande? O es que
recién inicia la eterna agonía. Pienso que es demasiado tarde.
Dueño de una
decisión instintiva que fuerza el vengativo destino, cruel como él sólo, pero
justo a pesar de todo. ¿Víctima o victimario? El papel ya no es de interés; fui
en algún momento ambos.
Trascendencia, la
verdadera inmortalidad, siempre la quise, nunca la obtuve. Proezas inexistentes
de pasos vacíos que dejan huellas borradas por la bajamar de San Pedro. Orgullo
y trascendencia, espuma efímera que se desvanece en las orillas de esa mi playa tan
amada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario